Crónica de un nacimiento: La precuela – segunda parte
Mi madre era todo un carácter. Una mujer adelantada a su tiempo. Intuitiva, inteligente, moderna y observadora porque sabía adaptarse y estar a la última. Bueno, a algunas cosas no se adaptaba porque también era hija de su tiempo –ese condicionante pocos podemos superarlo-.
Nació en un pequeño –muy pequeño- pueblo castellano del que renegó siempre, harta de que sus gentes señalasen a quien fuera distinto a la masa uniforme o a quien tuviera alguna tara física, como fue su caso. Ese hecho, las burlas y lo difícil que para ella resultó ser la casi-pequeña de una familia numerosa, marcarían para siempre su carácter.
Nació en un pequeño –muy pequeño- pueblo castellano del que renegó siempre, harta de que sus gentes señalasen a quien fuera distinto a la masa uniforme o a quien tuviera alguna tara física, como fue su caso. Ese hecho, las burlas y lo difícil que para ella resultó ser la casi-pequeña de una familia numerosa, marcarían para siempre su carácter.
Trabajó mucho toda su vida. Dejó los estudios pronto por ello. Cuidó especialmente de su madre y su hermana pequeña. Porque los papeles antes se repartían dando muy poco valor a los méritos de cada uno. Y a mi madre no le tocó el más grato.
Mi madre, pues, entendió su vida como una lucha constante. Defendió a los suyos con uñas y dientes. Y dividía rápidamente a los demás en amigos y enemigos. Podías pasar de un estado a otro con suma facilidad.
Era mujer de muy pocos matices, pues. Pero en su simplicidad radicaba su fuerza. Cuando se proponía algo, no cesaba hasta conseguirlo.
Si a algo sentía devoción era a su familia más próxima. Sus hijos tenían que conseguir todo lo que ella no pudo. Empezando, claro, por la educación.
También quería para ellos un hogar. También una mujer de las que ya no existen –o están a punto de extinguirse-. Una mujer moderna educada en los valores clásicos, como ella misma.
A mi madre le caía bien el amor de mi vida. Y a mi madre, por si no ha quedado claro ya, no todo el mundo le caía bien. El amor de mi vida sabía cómo tratarla (tampoco era perfecta-perfecta para ella, no lo eran ni sus hijos). Lo supo mucho antes que yo, enfrascado en batallas interminables con ella desde tiempos inmemoriales. Adolescentes rebeldes, recuerden, enfrentados a todo tipo de autoridad. ¡Cuánto daría ahora por inculcar algo de serenidad y paciencia a aquél joven rocker!.
Cuando la conocías y sabías tratarla, mi madre se convertía en tu mejor aliada.
Ella siempre quiso una hija. Y si tenía que fardar de nieto, su gran disgusto hubiera sido que fuera un varón, como su familia más próxima.
Yo entiendo a Olivia como un triunfo póstumo de mi madre. Al fin y al cabo, nunca cesaba de luchar por lo que quería.
Mi madre, pues, entendió su vida como una lucha constante. Defendió a los suyos con uñas y dientes. Y dividía rápidamente a los demás en amigos y enemigos. Podías pasar de un estado a otro con suma facilidad.
Era mujer de muy pocos matices, pues. Pero en su simplicidad radicaba su fuerza. Cuando se proponía algo, no cesaba hasta conseguirlo.
Si a algo sentía devoción era a su familia más próxima. Sus hijos tenían que conseguir todo lo que ella no pudo. Empezando, claro, por la educación.
También quería para ellos un hogar. También una mujer de las que ya no existen –o están a punto de extinguirse-. Una mujer moderna educada en los valores clásicos, como ella misma.
A mi madre le caía bien el amor de mi vida. Y a mi madre, por si no ha quedado claro ya, no todo el mundo le caía bien. El amor de mi vida sabía cómo tratarla (tampoco era perfecta-perfecta para ella, no lo eran ni sus hijos). Lo supo mucho antes que yo, enfrascado en batallas interminables con ella desde tiempos inmemoriales. Adolescentes rebeldes, recuerden, enfrentados a todo tipo de autoridad. ¡Cuánto daría ahora por inculcar algo de serenidad y paciencia a aquél joven rocker!.
Cuando la conocías y sabías tratarla, mi madre se convertía en tu mejor aliada.
Ella siempre quiso una hija. Y si tenía que fardar de nieto, su gran disgusto hubiera sido que fuera un varón, como su familia más próxima.
Yo entiendo a Olivia como un triunfo póstumo de mi madre. Al fin y al cabo, nunca cesaba de luchar por lo que quería.
4 Comments:
Viejo amigo, Olivia no deja de ser un logro, para tu madre o para ti mismo (o para todos).
Se dice q nadie "se va" de verdad mientras alguien lo recuerde, y tu buena madre (de la que he oido mil historias) seguro que desde allí donde esté, velará por ti y tu familia.
Sabes tambien que tienes gente que aunque no tener la misma sangre, está a tu lado para lo que haga falta, hasta para interpretar Greased lightin (o como se escriba)
Bueno, Spinderman, tú serás su tito más joven y con el que tendrá más confianza a la hora de abordar temas a los que todavía podrás añadir réplicas.
Y la última vez que bailé y disfruté de "Greased'lightin" fue en versión Cruz y Raya parodiando a Manolo Escobar y su carro. De hecho, tú estabas allí!
Y sí, de mi madre podría contar muchas leyendas. De hecho, me cuesta hablar de ella con alguien que no la haya conocido. Por eso intento hacerla justícia y contando muchas historias suyas la siento aquí, a mi lado.
Gracias por tus palabras.
cito: Y la última vez que bailé y disfruté de "Greased'lightin" fue en versión Cruz y Raya parodiando a Manolo Escobar y su carro. De hecho, tú estabas allí!
Pues si, es cierto, y el jefe tambien estaba allí contemplando el panorama... Q MOMENTO!!!!
Todo un momento, sí. El boss hacía más muecas con la cara que el moreno de Cruz y Raya!
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