miércoles, diciembre 07, 2005

El último capitán

La rebeldía también está de baja. Y no me refiero al imperante conformismo, o pasotismo, o como quieran ustedes llamar a la creciente ola de nula colaboración cívica que nos aqueja. No. Me refiero al destinatario de toda rebeldía. Fumar en el metro, quemar el coche de tu vecino… eso lo único que hace es fastidiar a tu prójimo (si al menos se quemara el coche de algún banquero, político o similar…).
Cuando uno es joven, el sentido de pertenencia a un grupo o banda es muy grande. Incluso sigues códigos de “honor”: un rocker no tragará a un mod, un “ñeta” odiará a los “latin” y así…. La edad, afortunadamente, hace que más tarde veas esto como una tontería. Aprendes a situar cada cosa en su sitio. Bueno, a algunos la edad no hace más que acentuar la tontería, sí.
Hace sólo unos años yo admiraba a varios futbolistas. Eran la imagen del club de tus amores. Los identificabas con unos colores, con unos compromisos. Los veías sufrir con las derrotas, animar a sus compañeros, medir sus declaraciones…. Eran épocas en que los salarios desorbitados no medían la valía del jugador, en que las primas eran sólo un bono cuando se alcanzaba un trofeo… Una época en la que un jugador podía permanecer doce, quince años seguidos en el mismo club.
Y un día descubrí que todo eso había cambiado. Se me dijo que era la globalización esa. O los imperativos del mercado. Todavía no sé muy bien qué cambió o si el que cambió fue el aficionado.
Sí sé en qué momento lo descubrí.
Lo descubrí cuando echaron de malos modos a Fernando Hierro, el último baluarte, el último de los que rendían respeto a los que le enseñaron. Cuando a Hierro lo retiraron de la liga española, se fue el último jugador de la élite que aún era mayor que yo. Y. a mis ojos, sólo quedaron jovencitos imberbes muy mal educados, poco compañeros y sólo preocupados por el dinero (o, al menos, ya no lo disimulaban). Florentino Pérez, pues, también me jubiló a mí del fútbol masivo.
Hierro no era el más caballeroso jugador que he visto. No. Esos ya estaban hace tiempo fuera de circulación. Los Santillana, Esteban, Señor… esos ya sólo eran cromos gastados. Y sí, jugaban aún los Guardiola, los Amor… Pero Hierro tenía una cierta aureola crespuscular. Como Neville. Como el William Holden de “Grupo Salvaje”. Era el hombre que levantaba a Zubizarreta después de la derrota, el hombre que no dudaba en coger de la solapa a un compañero por negarse a pasar la pelota a otro…
Un jugador tan implicado que podías pensar se le quitaban las ganas de cenar cuando perdía.
Y la afición nunca fue generosa con él: ya mayor, continuamente se hacían encuestas sobre si había que adelantarle la jubilación (en eso, igual que su pupilo Raúl). Era lento, sí, pero cuando no jugaba todo se resentía. Porque él aportaba también generosas dosis de coraje y empuje. Odiado por sus rivales y respetado por sus compañeros. El último capitán.
Fue el último de toda una estirpe. Y sólo unos años después lo veo claro. El último jugador de fútbol que respeté como tal.

2 Comments:

At 10:59 a. m., Anonymous Anónimo said...

Y así en todo. Obsérvese el mundo musical. ¿Quién no se mueve ya por la pasta? ¿Dónde quedaron esos discos hechos con el corazón y los testículos? Y vamos de mal en peor. Reconozco mi ignorancia y/o pasotismo con el fútbol, pero hay figuras legendarias que emocionan sólo con el recuerdo de sus hazañas, sea en un campo verde, en el celuloide o en un escenario. Y son todas, casualmente, de otro tiempo. ¡Maldita sea!

 
At 1:31 a. m., Blogger OmegaMen said...

Pues sí, amigo Gabriel. ¿Tú ves relevos en tus adorados Bruce o Bryan Adams?. Ayer se conmemoró el aniversario de la muerte de Lennon, y en "El Periódico" analizaron su figura hoy, en un extenso artículo de cuatro páginas. Y lo resumía, creo, muy bien: John se ha convertido en un símbolo rentable, no ya en un músico de referencia para otros músicos. Se ha convertido en un catálogo para publicitarios. ¡Maldita sea!

 

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