Reirnos de nosotros mismos
El digno sucesor de los comediantes clásicos, aquellos que sin alterarse protagonizaban las más absurdas situaciones, es John Cleese. Y sí, fue integrante y cabecilla de los muy transgresores –y avanzados- Python. Fue guionista de sus mejores gags y de joyas como “Un pez llamado Wanda”. Pero antes de acabar como argumentista de un comic de “Superman” y de suministrador de artilugios de Bond, Cleese protagonizó una serie muy breve, pero inmortal todavía hoy.
“Hotel Fatwly” provoca que me ría en cada uno de sus episodios. Porque el gerente de ese hotel de poca monta, Cleese, es un reflejo de lo más parodiable del ser humano: egoísta, tacaño, huraño, tramposo… y sin embargo, entrañable por reconocibles todos sus defectos. En realidad, todos los episodios giran en torno a malos entendidos y enredos varios, como toda alta comedia precisa. Pero la precisión de los giros es tal que el ritmo sigue su crescendo hasta un final siempre genial.
Los personajes que rodean a Cleese son su perfecto complemento: Manuel, el camarero de Barcelona que no entiende el inglés; su castradora mujer, única dosis de raciocinio; los estrambóticos y perpetuos inquilinos del hotel (ancianos olvidadizos y con grandes lagunas de memoria)… Y ver al protagonista intentando que su añejo hotel sea considerado destino de nobles y burgueses se convierte, más que en un acto de patetismo, en un vano intento de aquél que siempre será un perdedor en ser reconocido como algo más.
Pero es Cleese quien convierte la función en memorable: sus caras, sus medidos gestos y silencios… Una fisicidad (ayudado por su físico, largo, estirado, casi una marioneta con largos brazos) que se convertiría en claro referente de, por poner un ejemplo cercano, el Tricicle.
Para el recuerdo, el episodio en que gana una apuesta a los caballos y su dinero parará a manos de una vieja cascarrabias y medio-sorda. El momento en que, haciendo ver que habla, se dirige a la anciana hasta que ésta conecta su sonotone haría reir a un muerto. O a alguien un poco triste, como me pasó a mí hace nada.
Y me reí, claro. Ojalá siempre recordase que todos somos patéticos, y lo único que nos puede salvar es tomarnos todo con mucho, mucho sentido del humor. Como los demás no nos dejan reírnos de ellos, tendremos que reírnos de nosotros mismos.
“Hotel Fatwly” provoca que me ría en cada uno de sus episodios. Porque el gerente de ese hotel de poca monta, Cleese, es un reflejo de lo más parodiable del ser humano: egoísta, tacaño, huraño, tramposo… y sin embargo, entrañable por reconocibles todos sus defectos. En realidad, todos los episodios giran en torno a malos entendidos y enredos varios, como toda alta comedia precisa. Pero la precisión de los giros es tal que el ritmo sigue su crescendo hasta un final siempre genial.
Los personajes que rodean a Cleese son su perfecto complemento: Manuel, el camarero de Barcelona que no entiende el inglés; su castradora mujer, única dosis de raciocinio; los estrambóticos y perpetuos inquilinos del hotel (ancianos olvidadizos y con grandes lagunas de memoria)… Y ver al protagonista intentando que su añejo hotel sea considerado destino de nobles y burgueses se convierte, más que en un acto de patetismo, en un vano intento de aquél que siempre será un perdedor en ser reconocido como algo más.
Pero es Cleese quien convierte la función en memorable: sus caras, sus medidos gestos y silencios… Una fisicidad (ayudado por su físico, largo, estirado, casi una marioneta con largos brazos) que se convertiría en claro referente de, por poner un ejemplo cercano, el Tricicle.
Para el recuerdo, el episodio en que gana una apuesta a los caballos y su dinero parará a manos de una vieja cascarrabias y medio-sorda. El momento en que, haciendo ver que habla, se dirige a la anciana hasta que ésta conecta su sonotone haría reir a un muerto. O a alguien un poco triste, como me pasó a mí hace nada.
Y me reí, claro. Ojalá siempre recordase que todos somos patéticos, y lo único que nos puede salvar es tomarnos todo con mucho, mucho sentido del humor. Como los demás no nos dejan reírnos de ellos, tendremos que reírnos de nosotros mismos.
3 Comments:
Pues oye, no sé, pero yo nunca le encontré la gracia a este hombre. Qué le voy a hacer. Me gusta infinitamente más South Park ;)
Bueno, menguante, son dos estilos de humor muy diferentes. El de Cleese está más apegado al de la comedia clásica de equívocos, a la mueca, a la confusión de roles... Y el de South Park juega más al humor del impacto, de lo incorrecto. Ninguno de los dos es efectista, si acaso el más sorprendente es el de Cartman and cía. Por cierto, en cuatro emiten ahora la tercera -y mejor- temporada. Besos, menguante.
The week before at the Buick Invitational, the split was seven and seven. Dave Pelz Last week at the FBR Open near Phoenix, seven players, including John Daly and Kenny Perry, used the SuperQuad, and nine, including Fred Funk, used the Burner. The AT&T Pebble Beach National Pro-Am, where he's scheduled to play with Hootie and the Blowfish's Darius Rucker, will be Daly's fourth tournament of the season and his third in a row. I've had better years.
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