viernes, febrero 17, 2006

Secundarios populares

¿A quien pertenece un personaje que forma ya parte del inconsciente popular?Cuando un artista crea un personaje no hay duda que desconoce su posterior destino. Puede caer en el olvido, puede ser hijo de su tiempo o puede sobrevivir generaciones y convertirse en un icono, en un símbolo.
Existen personajes que se reciclan cada X tiempo para cautivar a nuevas generaciones. Existen personajes cuya caracterización es tan fuerte y característica que cualquier cambio en su origen o motivación le desvirtuarían completamente.
¿Sabía William que Hamlet se convertiría en los libros de texto en la encarnación de la duda? ¿Era consciente Doyle que su Holmes sería el referente para miles de sabuesos detectives?. Claro que no. Pero el personaje es tan rico y cargado de matices que se convierte en un caramelo para cualquier guionista. Una revisitación del personaje cuenta con un gran valor añadido: el público comprende perfectamente qué mueve al icono.
Tarzán es el prototipo del buen salvaje. Quijote es la locura bienintencionada. Achab es la obsesión.
Somos las representaciones de nuestros deseos. Sin duda.
Y tengo la impresión que hoy es muy difícil construir mitos ricos en matices. Es casi imposible que un personaje cale en el imaginario popular y se convierta en emblemático. ¿Será por la proliferación de medios? ¿Por el consumo rápido e indiscriminado de ídolos?.
Claro, ya sé que no podemos comparar el momento en que Robin Hood se encarna en el símbolo de los “ladrones bondadosos” con su equivalente más hispano-bizarro (léase el Vaquilla o el Dioni, pobres sujetos que llenaban titulares jugando a las semejanzas). Evidentemente, los tiempos han cambiado. Ser transgresor, ser original, romper normas, se ha convertido en una quimera, en un engañoso juego. En la época de lo políticamente correcto, nos escandalizamos muy fácil. Pero es un escándalo efímero, que dura lo que nuestra memoria tarda en sustituirlo por el “escándalo” siguiente.
No sé. Me paro a pensar y … ¿cuál fue el último personaje que se inscrustó por derecho propio en el inconsciente popular? Claro, en una era audiovisual ha de provenir del mundo de la imagen (los últimos iconos populares que vienen de los medios impresos supongo son los superhéroes del comic).El último icono es Indiana Jones. Y ya no se me ocurre ninguno posterior.
Son malos tiempos para la lírica. Malos tiempos para los héroes. Malos tiempos para los símbolos. No sé si es porque en un mundo complejo se nos antojan reduccionistas. O porque, en realidad, siempre fueron hijos de un tiempo más sencillo.
Consumimos rápido. Olvidamos antes. Jubilamos pronto. En nuestra rápida cultura occidental, sólo vale la victoria efímera, el placer inmediato, la memoria olvidada, el desecho rápido.
Quizá sea eso lo que explica la poca pervivencia de los personajes populares. Y el lento olvido de los que ya están construidos. Seamos sinceros… ¿acaso no es Star Wars una reformulación actualizada de los mitos artúricos? (y mucho más simple, más despojada de metáforas y símbolos) ¿no es Superman la actualización de los viejos héroes bíblicos?. Y sintetizando todo, ¿no son Clark Kent y Luke Skylwaker versiones de Moisés?. ¿No tienen la mitad de trabajo hecho los actuales guionistas si tienen un mínimo de cultura histórica?. La respuesta, me temo, es afirmativa. El peso de lo ya hecho supera con mucho lo que se podrá hacer. La única salvedad es que una y otra, la vieja cultura y la antigua cultura, se olvidan pronto.
Ventaja para los nuevos hacedores de leyendas. Malo para todos los que sabemos que el pasado ayuda a explicar el presente. Malo para quienes sabemos que “Tiburón” es una réplica afortunada de “Moby Dick”, “Apocalipse Now” una versión magistral de “El corazón de las tinieblas”… y que Quevedo no es un personaje secundario del Capitán Alatriste. ¿O sí?.

jueves, febrero 16, 2006

Paroles, paroles

Si existe una transcripción a la canción de lo que es el amor, de lo que es la pareja, esa es “Paroles, Paroles”. Si existe una canción que acompañe esas tardes de sábado con una taza de té en la mano, esa es “Paroles, Paroles”. Eso sí, necesitas a tu media naranja que te responda mientras le dices “hay momentos en que no te comprendo”.
Siempre me ha chiflado el recitado insertado en las canciones. Supongo que eso se debe a que a uno no le ha tocado con su varita la musa del canto. Y no renuncio a cantar: de ahí –creo- mi admiración por Leonard Cohen, por Lou Reed, por el mismo Loquillo…. Cantantes cuyas evidentes limitaciones vocales les hacen “interpretar” la canción más que deleitarnos con su peculiar timbre.
En 1973, el gran Alain Delon, posiblemente el más grande seductor europeo (y que co-protagoniza dos de las mejores pelis de la historia, “Rocco y sus hermanos” y “El gatopardo”) se une con la diva Dalida para llegar al número uno en Francia y ¡Japón! con “Paroles, Paroles”.
Ella entona una melodía y va intercalando alguna que otra frase italiana para esquivar las peroratas del galán, que capea como puede su rechazo y le va dedicando cumplidos, poemas, susurros…Delon (sin ruborizarse por lo que está a punto de decir): “Eres como el viento que hace cantar a los violines y expande en la lejanía el perfume de las rosas”. Y ella, véte a saber porqué, le responde “caramelos, bombones y chocolates”.
Delon insiste: “una palabra más: ¡que yo te amo!”. Delida no cae en la trampa: “Palabras, palabras”. Y él, casi a punto de tirar la toalla, le dice en uno de esos momentos políticamente incorrectos: “Hay momentos en que no te comprendo…”. Ah, esos tipos duros que se empeñan en resultar sinceros…
Pues eso, que reivindico la chanson francesa de los 70 como paradigma de lo difícil que es estar en esa fina línea que separa lo cursi de lo sublime. Reivindico a Delon, a Dalida (que daría nombre a una plaza en Montmartre) y a todos los hombres que sonamos un poco falsos -todavía- cuando le decimos a nuestro amor “Si tu n'existais pas déjà je t'inventerais” (sin énfasis, susurrando, casi deletreando las sílabas, en una tarde de invierno, con una taza de té en las manos)
A.Delon: C'est étrange, je n'sais pas ce qui m'arrive ce soir, Je te regarde comme pour la première fois.
Dalida:Encore des mots, toujours des mots, les mêmes mots
Delon:Je n'sais plus comment te dire
Dalida: Rien que des mots (....) Caramels, bonbons et chocolats
Delon: Par moments, je ne te comprends pas
Dalida: Merci, pas pour moi. Mais tu peux bien les offrir à une autre qui aime le vent et le parfum des roses (...)
Delon: Une parole encore.
Dalida: Parole, parole, parole
Delon: Ecoute-moi
Dalida: Parole, parole, parole
Delon: Je t'en prie
Dalida: Parole, parole....

martes, febrero 14, 2006

Clooney y yo

Tengo una amiga, que supongo me quiere mucho y bien, que un día me dijo lo que todo varón treinteañero sueña que le digan. “Si tuviera que elegir un hombre mayor de treinta, me quedo con George Clooney …. y contigo, claro”.
Salvando las mentiras piadosas que se dicen llevados por el cariño, déjenme regodearme de nuevo en la frase “George Clooney… ¿y yo?”. Ay. Lástima que no me espetó la frase de marras cuando estuviera borracho o después de una experiencia mística (no sé, después de escuchar un disco de Idaira, por ejemplo). Lástima, pues, que sepa que es mentira. Lástima que las palabras “Clooney” y “yo” estén sólo separadas por varios espacios y haga que la comparación sea tan odiosa.
Y eso que procuró que no se notase demasiado… dudó un poco, sonrió mucho (una de esas sonrisas que engañan por cautivadoras) y lo soltó con cierta complicidad mutua. Sabedora, claro, que para mí Georgey es un icono, una meta inalcanzable, un espejismo de seducción.
Porque uno no ha tenido la suerte de vivir el esplendor de un Cary Grant, de un Rodolfo Valentino. Ni siquiera de un joven Dean o Brando. Seductores natos, por un igual entre hombres y mujeres. Capaces de provocar suspiros entre las féminas y envídia (nunca sana) entre los machos. Eso sí, una envidia sin rencor. Georgey tiene esa –muy difícil- cualidad de no desagradar a nadie. De resultar encantador. De esbozar una sonrisa (como mi amiga) y cautivar a su interlocutor. De vestir cualquier prenda y hacer que luzca más. De envejecer sin intentos de no aparentarlo. De tener un estatus ganado y arriesgarse a seguir creciendo, como profesional y como icono. Porque Brando es Brando al tener un talento descomunal. Sino, se hubiera quedado en un Rock Hudson cualquiera.
Y voilà: nuestro Georgey no sólo es guapo y encantador. Si nos engañamos un poco y olvidamos que el cine es un trabajo de equipo –sobre todo en el cine estadounidense-, nuestro héroe sabe escribir, sabe dirigir y sigue sonriendo como nadie sin esconder unos kilitos de más.
O séase: Georgey es ese hombre que todos quisiéramos ser. Esos hombres que, te imaginas, entran a una comunidad de vecinos y sus propuestas, por muy descabelladas que sean, son jaleadas y aprobadas sin ningún resquemor. Ese hombre que, reconociendo haberse saltado un semáforo, es perdonado por un guardia que le alaba su honestidad. Ese hombre que no nos imaginamos probándose ningún traje italiano porque son las prendas las que se pelean porque las lleve puestas.
Georgey es ese hombre que las féminas (y muchos gays) imaginan perfecto. Ese prototipo de hombre que, dicen, todavía no ha aparecido porque nos faltan una o dos generaciones para cambiar del todo, para desprendernos de siglos de estereotipos. Vamos, para dejar de ser hombres. Para dejar de incomodar a las mujeres que nos aguantan.
Georgey es ese varón que imaginamos elegante en las formas y en el fondo. Que te cocina una bechamel mientras te explica el argumento de “Tosca”. Que te arregla un enchufe mientras escucha tus pequeños problemas diarios. Que acude a una cena familiar y es capaz de disfrazar polémicas y conversaciones, incluso políticas, arrancando una sonrisa de suegros y cuñados.
Le devuelvo el cumplido, pues, a mi amiga: si no tuviera a mi lado a la chica más esplendorosa, me quedaba con la Ava Gardner de “Forajidos” y contigo. Sin dudarlo.

miércoles, febrero 08, 2006

Caminar de tu mano

Errol Flynn se despide de la mujer que ama. Sabe que marcha hacia una muerte segura: será su último adiós. Con gran ternura, sujeta las manos de su esposa y le dice “Fue un placer caminar por la vida de tu mano”. Es uno de los más bellos momentos de la historia del cine. El casi-final de “Murieron con las botas puestas”. Y refleja con una sencillez extrema lo fácil, lo hermoso de una vida en común. Lo maravilloso que es encontrar una persona que camine contigo por estas aceras de la vida.
¡Es tan difícil construir una senda para dos! De hecho, hoy ya me parece un milagro siquiera el planteárselo. Es una época ésta de feroz individualismo, de sutil egoísmo, de senderos apartados, de rivalidades y egos desorbitados.
Y uno no se considera tradicional por creer en la pareja. Ni liberal. Ni retrógrado ni caminante a contracorriente.
No sé bien todavía qué es la familia, un término tan dado a redefinirse. No sé muy bien qué es el amor, tan dado a formulario de revistas. Sí sé lo que es necesitar a alguien. Sí sé que en esta vida quiero caminar con algunas personas que necesito.
Y hoy es el cumpleaños de la dama de la que quiero ir de la mano por esta vida.
Si ella quiere, yo la acompaño. Será un inmenso placer.

lunes, febrero 06, 2006

El triunfo del lado oscuro

Sí. He copiado en un examen. He devuelto más tarde de lo debido una peli en el videoclub. No es una apología de lo indebido, no. Es sólo un reconocimiento de que no soy perfecto.
No soy perfecto y soy friki. De los que adoraron el lado oscuro cuando Lucas lo creó. De los que se emocionaron con la redención de Vader.
Y ayer los oscuros ganaron. Vaya. ¿Eso pasaba en la sagrada trilogía?. Hombre, exactamente, exactamente, no. Pero Anakin-Vader sí que conquistó nuestra simpatía. Porque es más difícil esforzarse por ser bueno que serlo sin esfuerzo.
Vader estaría orgulloso de Pepe y Dayron. Menos mal.
Menos mal que mis chicos me han hecho sentir orgulloso. Que han conseguido que no me arrepienta de apoyarles, de hablar en público de ellos sin que sienta pudor. De ver en ellos un símbolo de lo que es la amistad.
Menos mal que sus enemigos me han hecho recordar lo que es el rencor, el odio, las malas artes, la prepotencia, el “todo vale para humillar”.
La ironía contra el ego. La inteligencia contra la soberbia. Así se escribe la última edición de Gran Hermano, finalizada ¡por fin! ayer.
Y, como escribí antes, se ha cumplido mi pronóstico: dos hombres y un destino. Dos ganadores morales. Dos ganadores económicos. Porque la amistad cuando no cuesta nada no tiene valor. Y cuando cuesta la mitad de un suculento premio merece ser llamada así: lealtad.
Que Pepe es el mejor jugador de todas las ediciones de este concurso ya no merece discusión alguna. Que además ha sido el más cortés y el más educado, tampoco. El más irónico. El más cinéfilo, qué caray. Y eso lo percibí rápido: iba a ganar dando espectáculo, proporcionando la épica que el arte del siglo XX nos ha regalado. Él iba a ser el guionista del programa, el eje del mismo. El caradura que hasta nos regalaría el símbolo de su estrategia: ese famoso “nomineitor”, ese mito destrozado del que Pepe rescató unas piezas para regalárselas a la Milá.
El triunfo de Pepe es el triunfo de la inteligencia contra la estupidez, de la educación contra la vulgaridad, de la amistad contra el oportunismo, de la ironía con clase frente a la risa tonta, de la fidelidad a la gente contra la eterna justificación, de la generosidad contra el egoísmo, de la cultura contra la culturilla de patio de colegio, de la verdad frente a la mentira y sus mil disfraces, del respeto al televidente frente a los proyectos de famosillos de cuarta, del respeto a los concursantes frente a la confrontación pandillera, del respeto en general contra la insolencia en general, del saber estar contra la más esperpéntica vulgaridad, de la justicia contra la intolerancia, de la mesura contra lo soez.
Y así se escribe la historia. Con clase, con momentos para el recuerdo:
1) Ante la pregunta de Milá de que no había contribuido con todo lo que podía en las pruebas, “es que yo he venido a crecer como persona” (desarmando a toda una piña colada, carne de Salsa Rosa y demás). Nunca se ha definido con más ironía lo que para Pepe era el reality: un juego, un espectáculo del que buscamos diversión y no falsas proclamas de convivencia.
2) Pepe entregando dos trozos del Nominaitor a la Milá. Esperando el momento justo, ralentizando el tempo, dando toda la simbología a ese trozo de barro. “En realidad habían trozos para todos”
3) El más apoteósico: “Hay dos ganadores morales y dos económicos”. Y si dentro de un mes ya no se veían: “bueno, el dinero nos compensará de la pérdida”. Pepe nunca se equivocó ni traicionó.
Hace días le dijo a Dayron “Confía en mí”. Y yo no dudé ni un segundo. Si yo hubiera concursado algún día en un programa como éste, me hubiera gustado hacerlo con esa elegancia.