lunes, marzo 03, 2008

Crónica de un embarazo: El nombre

Dicen que el nombre condiciona a la persona. Que un Héctor estará destinado a grandes hazañas. Y que una Jessica dará la nota en una piscina pública.
Friki como soy, el nombre de mi hijo había dado muchas vueltas a mi cabecita repleta de viñetas y tablas. Sabía, a mi pesar, que llamarle Bruce, o Peter, o Billy, sería condicionarle, sí, pero a un ejemplar del “Amazing Spiderman”. Y quizá de sus páginas no saldría.
Llamarle Kirk o Clint sería inyectarle fotogramas directamente a su sangre. Sería convertirle en asiduo de los Meliés y no de la Maquinista. Pero me temo que son las mascotas quienes han copado los nombres cinéfilos (Vito también lo es, pero acabaría mandando sobre sus padres, claro).
Quedaba la opción shakesperiana. Próspero o Laertes. Mas los tiempos ya no entienden de lírica, y sí de burlas fáciles entre compañeros.
Como veis, todo giraba en términos masculinos. Supongo que, inconscientemente, buscaba un heredero para toda mi colección de comics. Porque puede que las niñas lean tebeos, por supuesto. Pero el género superheroico es coto privado de hombres. Diría más. Diría que el western también. ¿Porqué esa coincidencia?. Creo que porque el hombre, en su estado más primario, comulga más rápido con los estereotipos y prototipos que esos géneros ofrece. Con su paisaje más característico. Que luego es tarea del autor trascenderlos, jugar con esos personajes maniqueos y ofrecer una visión del ser humano más rica si cabe al contar con un trabajo ya hecho. Pero es que entonces es cuando se producen las excepciones que también gustan a las féminas.
A mi amor le encanta “Johnny Guitar” y “El hombre que mató a Liberty Balance”. Y el “Born Again”. Pero son excepciones que trascienden paisajes y personajes.
Buscando un heredero para mi legado, sí.
¿Y si fuera heredera?. Laura. Siempre me gustó. Pero, desventajas de contar con amigos que cuentan con niños antes que tú, también te lo pueden “robar”. Y no es cuestión que coincidan Lauras en un mismo entorno. Eso funciona bien en las comedias de equívocos. Pero en la vida real se convierte en repetitivo.
Y un día mi amor sugirió el nombre. Y como no había barajado más nombres femeninos, nos pareció muy bien a los dos. Si el bebé era un varón, aún podríamos discutir.
Pero mi madre empezó a dirigir el cotarro allá donde esté (me gusta pensar que está donde ella quiere). Y el destino cobró nombre de mujer.
Costó mucho ver perfectamente esa ecografía concreta, parte de un estudio más amplio. Preguntaron si queríamos saber el sexo del bebé. Mi amor dijo que sí, claro.
“Será una niña”, dijeron.
Y Olivia anunció su llegada a golpes –de nuevo- de corazón. Al fin y al cabo, el gran Segar estaría contento. Y un viejo marinero con sendos tatuajes en sus bíceps también. Si su adaptación al cine fue un gran fracaso comercial (que no acabó con la carrera del incipiente Robin Williams, sí casi de Robert Altman), Olivia sigue viviendo en los antiguos comics.
Y es flaca. Ingenua. Decidida. Es un encanto.
Olivia será la heredera del legado de sus padres. Que es mucho mayor que la suma de sus tebeos.

viernes, febrero 29, 2008

Crónica de un embarazo: Escuchando corazones

La mañana que escuché por primera vez el corazón de Olivia fue una mañana gris e invernal como a mí me gustan. Cuántas veces pensé en tener descendencia y qué pocas veces imaginé conocer a la comadrona de mi amor.
Un poco cascarrabias, pensé rápidamente cuando empezó a hilar reproches. Pero toda comadrona tiene en sus manos un artilugio mágico capaz de hacer ver y escuchar a los futuros papás a sus hijos. Con esa varita mágica no hace falta que sean excesivamente simpáticas. Se convierten en hadas benignas.
Costó un poco ver a Olivia (que entonces no sabíamos seguro era Olivia). Pero con las coordenadas exactas y un poquito de ampliación, fui el primero en verla. Moviéndose furiosamente, a un ritmo funky. Supongo que los movimientos espasmódicos pueden ser catalogados de varias maneras: poperos, souleros, rockeros, reggetones…. Los de Olivia fueron funkeros. Bueno, su madre opina que fueron flamencos. Dejémoslo en un James Brown acompañado a las palmas por un Duquende, va.
Ví por primera vez a mi hija y casi al mismo tiempo la oí por primera vez. Latidos fuertes, constantes, rítmicos. Y –lo juro- me vino a la cabeza los sones del Zaratrusta de “2001”. Y sólo entonces entendí uno de los misterios de la película: la evolución del hombre consiste, paradójicamente, en el regreso al útero materno. Porque ví a Olivia y paladeé el futuro, vislumbré la esperanza. Era mi evolución. Era alejar un poquito más el fantasma de la muerte porque Olivia ya vivía como una prolongación de nosotros.
Ver –y escuchar- un electro es como entrar en el mítico monolito. Te ves a tí mismo en esa habitación exquisitamente decorada. Pero eres un yo mejorado, libre de prejuicios y con todo por aprender.
El día en que escuché por primera vez la voz de Olivia (al fin y al cabo, nos estaba dejando claro lo muy bien que se lo estaba pasando, aunque la molestáramos con una luz) ví mi evolución mejorada.
Y así, la epopeya kubrikniana quedó reducida a lo que –me gustaría pensar- es realmente: un canto a la evolución de la especie, que siempre mejora. Son las artes las que vivieron mejores épocas. Pero nuestros hijos siempre serán mejores que nosotros. Porque la esperanza renovada crece con más fuerza.
Sólo espero que Olivia me haga mejor, me haga crecer, haga que mi fé renazca. A mi amor ya la ha hecho más grande, si cabe.

viernes, febrero 22, 2008

Crónica de un embarazo: Steak well done

Supongo que todo padre recuerda el momento en que anunció a sus seres queridos su embarazo.
Recuerdo el aluvión de llamadas que mi amor encadenó a su familia cercana. Como suele pasar, sus hermanas y primas –que también son hermanas- acabaron siendo más rápidas que ella, y el factor sorpresa se iba desvaneciendo en la mañana de aquel sábado madrileño de noviembre.
Mi familia estaba destrozada por la tragedia. Decidí esperar y me guardé la notícia. De todas maneras, las sensaciones eran tan encontradas que no sabía entonces como comunicarles la nueva. Eso sí, cumplí con una vieja promesa entre amigos.
Además –recuerden: soy hombre de confeccionar listas- paladeé el cómo le diría la noticia a mis amigos más frikis (de alguna manera, todos lo son por el mero hecho de serlo).
Adoro el comic. Y dentro del comic, el género superheroíco. Y dentro del género, algunas obras concretas. Una de ellas, la más crepuscular, es el “Kingdom Come”. Una historia que habla de viejos héroes que regresan de nuevo a la acción para poner fin a los desmanes de una nueva –y perdida- generación y dispuestos a enfrentarse por última vez a sus antiguos enemigos y a sus propios miedos no vencidos.
En su epílogo, Wonder Woman y Superman intentar sorprender a Batman con la notícia de su embarazo. Evidentemente, el mejor detective del mundo les chafa la sorpresa.
Desde que lo leí, supe que esa era la manera de comunicar la noticia. No todos son tan mitómanos como yo, claro, por lo que primero tenía que conseguir refrescasen la memoria volviendo a leer el cómic: campaña al canto (“creo que deberías releerlo”).
Después preparé el terreno. Un viejo restaurante íntimo, conocido por todos nosotros. Mi amor, mi cómplice. Me tocaba el papel de Superman.
Los reúno a todos. Faltan varios ausentes. Incluso pienso en tener conexión permanente por teléfono con ellos, pero desisto. Todavía no soy Lex Luthor para establecer videoconferencias.
Pido leche y mi amor agua. La primera pista. ¡Leche antes de cenar!. El viejo cortometrajista protesta: “¡Pero si tú eres Batman! ¡deberías pedir café –en dosis abundantes-¡”. El más veterano del grupo sospecha. El viejo galáctico no se atreve a decirlo. Pido bistec –muy hecho-. Mi amor brinda por los viejos amigos y continúa con la actuación: “tenemos que deciros una cosa…”. Ah. Es entonces cuando Batman suelta “estás embarazada” ante el estupor de los padres. Aquí es mi amor quien tiene que completar la frase. La timidez hace que los viejos héroes no se atrevan a adelantarse.
Poco tiempo después, en el bar de un hospital, pedí leche antes del menú de mediodía. Cuando mi amor les dijo a mi hermano y su prometida que teníamos que anunciarles una cosa, él, casi sin inmutarse, le contestó “¡estás embarazada!”. Y sin tener que pedir bistec muy hecho.

jueves, febrero 21, 2008

Crónica de un nacimiento: Alcanzando el cielo

Siempre soñando en los cielos, le decía Judas a Jesús.
En cuanto supe que iban a estrenar una nueva versión del mítico “Jesucristo Superstar” en Madrid, me lancé a comprar las mejores entradas que pude. Reservé avión aprovechando el puente de todos los santos. Cuadré fechas de vacaciones. Convencí a mi amor (no me costó mucho) que me acompañara.
En mi trabajo casi cada día escuchamos al menos tres números de la legendaria versión castellana de Camilo Sexto. Por lo menos uno de la versión cinematográfica, sobre todo ese Carl Anderson que borda al Judas más soulero que puedas imaginar. Y también varios de la versión nipona de Keita Asari. Sí, lo sé. Estamos enfermos. Pero creedme que en mi empresa de los cuatro fanáticos del musical de Webber el que más encajaría con la definición de católico sería yo. Simplemente es que estamos fascinados de la vigencia de sus canciones, de la fuerza de la historia. Posiblemente, la Historia más grande jamás contada. La más universal. La más izquierdosa y la más incómoda para el poder. Con corrupción, abuso, amores prohibidos, traiciones y castigos. Todo ello con un riff de guitarra que marca al narrador de los hechos, ese atormentado y –al mismo tiempo- lúcido Judas.
Vamos, que soy fan, sí.
Entradas en primera fila para el viernes 2 de Noviembre. No quiero tener cabezas gesticulando delante de mí. Reservamos una más para una muy buena amiga de mi amor, que casualmente esos días estará en la capital del reino. Se llama como siempre pensé que bautizaría a una hija mía: Laura.
En los siguientes días a la compra, veo trailers en el omnipresente Youtube de la obra. No me gustan: los actores parecen excedentes de “Operación triunfo”. De hecho, algunos lo son. Poncio Pilatos –lo más obvio- parece un coronel israelí. Judas parece un blandengue. Y compadezo a todo aquel que viva bajo la sombra de Camilo.
Pasa el Festival de Sitges. Pasa Granada. En el día de mi cumpleaños, el mundo se derrumba. El día de Todos los Santos aparece como lo que es: una gigantesca broma.Pero después de pensarlo y hablarlo, mi amor y yo embarcamos hacia Madrid. Directos al Hostal de las oposiciones y los seminarios.
Es el Madrid de la ampliación del Prado y la desorganización del Centro de Arte Sofía. El de la tala de la Thyssen. El Madrid de los desayunos opiosos y los churros nocturnos.
El Jueves noche ya vamos al Teatro Lope de Vega para inspeccionar el terreno. Para recoger las entradas. Para hacerme las fotos frikis de rigor. Para pedir un Cd que aún no ha salido. Para comprar el merchandising que luego no sabré dónde ponerlo.
Pierdo la esperanza: el musical debe seguir la estela del éxito basado en las canciones de Mecano. Supongo que en los tiempos en que la cultura general ha desaparecido engullida por la mal entendida cultura-pop, los responsables de la puesta en escena se han preocupado más en intentar justificarse de porqué vuelven a representarla (en un tiempo de laicismo profundo) que de intentar atraer al público joven con la obviedad: en la obra, no se apuesta por un Jesús divino. Es un Jesús profundamente humano, con dudas, tormentos, ira, que se rodea de marginados y que sabe que su lucha contra el poder (político y religioso, no lo olvidemos) finalizará con su muerte. Una obra que opta por dar la voz a la ex prostituta y al apóstol cuyo nombre quedará asociado para siempre a la traición.
Y el viernes compro el programa, el sencillo y el extra. Y la sudadera. Y me acomodo. Y hago fotos. Y les explico a mi amor y a Laura la historia bíblica (nunca pensé que no conocerían hechos como los mercaderes del Templo, por ejemplo). Les aviso: no habrá diálogos. Ay. Van también a la expectativa.
Público talludito. Nostálgicos como yo. Pocos jóvenes. De hecho, debo ser la envidia por mis acompañantes femeninas. Yo en medio de las dos, para atender ruegos y preguntas.
Empieza puntual la obra. Los actores, claro, no bajan de ningún autobús para representar la Pasión. Y llega rápido mi número favorito, con su riff de guitarra característico. Y ahí es donde me cautivan. Ignasi Vidal –un catalán haciendo de Judas, qué apropiado- interpreta con convicción al torturado personaje. Miquel Fernández –otro catalán, ahora Jesús, qué apropiado- se esfuerza lo indecible (incluidos bufidos ante el castigo físico que sufre, el pobre). Y Lorena Calero borda la voz de María Magdalena, la mujer en una historia de hombres. Bueno, aquí se impone la paridad, que entre los apóstoles hay mayoría femenina. Ya en la calle nos habíamos encontrado al también catalán (es una invasión) Roger Pera que dará vida a un burlesco Herodes.
A mi amor y a Laura la obra también les agarra. Les hace gracia la voz aflautada de Anás. Los fuegos artificiales del número final asustan a mi amor. Las palabras de Jesús llamando a su madre en la cruz me hieren el alma.
Churros nocturnos con Laurita. Calles que siempre están bulliendo. Mi amor comenta que Judas le gusta como nombre, que lo ha visto muy bien. Que Jesús le ha parecido empanado. Pobre señor.
Retirada al hotel. De madrugada, mi amor se hace la prueba de embarazo. Yo mismo le digo que lo haga ahora, que estamos imbuidos del poder divino. Seguro que sale positivo.
Unas horas después, despierto con la noticia a traición: “Estoy embarazada!”. Aún no sé cómo reaccionar. Mi amor espera impacientemente una hora más decente para llamar a su madre. Mi alegría es más contenida, aparentemente.
En un hostal de Madrid, sabemos por primera vez de la existencia de Olivia.
La mañana la pasará mi amor al teléfono colgada. Ventajas de tener una familia numerosa.
Olivia llegará entre canciones de Jesucristo Superstar. Vino en el Festival de Sitges y se anunció con el eco de Heaven on The Minds.
Su primer concierto oficial será en la sala madrileña Clamores, donde oirá al mejor Ruibal. Al día siguiente aún tendrá tiempo de sorprenderse ante un histriónico Quique San Francisco. Y en medio descubrirá las pinturas negras de Goya y las alargadas fisonomías de El Greco.
Olivia deja a sus futuros papás soñando en los cielos.

miércoles, febrero 20, 2008

Crónica de un nacimiento: el primer día

En la mañana del 12 de Octubre, viernes, me encontraba de vacaciones. Alojado en un hotel de Sitges, viendo pasar el enésimo Festival de Cine desde hace… buff… muchos años.
El Festival ya había comenzado hacía más de una semana. Y ya había visto unas 20 películas, si incluyo esos maratones nocturnos-zombimaníacos para los cuales empezaba a ser viejo. Días calurosos, de un post-verano eterno.
Mi amor ha tenido mucha paciencia con mis aficiones. Y, en casi todos los casos, ha procurado apasionarse también por ellas. El anterior fin de semana ya pasó conmigo unos días en el idílico pueblo-costero-con-iglesia-kingkoniana viendo pelis como “Nocturna” y “Rec”.
El jueves pude ver en el Auditori una frikada-oriental-westerniana a altas horas de la madrugada. En la mañana del viernes, me levanté temprano para ir a esperar a mi amor a la estación de tren (no me gusta particularizar al tren con el nombre de Renfe ¡qué poco romántico!). Me duché y a las nueve y media ella estaba allí, como siempre, con una sonrisa.
Dejamos su maleta en el Hotel y caminamos hacia el moderno Hotel con la mejor sala de proyección de Barcelona. Allí nos esperaba, fiel, nuestro amigo cineasta y escritor, con su flamante carnet de prensa, dispuesto a ver su enésima rueda de prensa (empezaba a mostrar preocupantes ojeras, no todo el mundo gozaba de vacaciones). El no nos acompañaría a ver la frikada matinal: la última película del director de culto Takeshi Kitano, “Kantoku Banzai”, inclasificable y delicioso film, lleno de sentido del humor y autoparodia.
Comimos en Sitges con nuestro amigo. En un japonés, muy apropiadamente. Y debo añadir que también muy tranquilamente. Fuimos a descansar al hotel y volvimos a emprender el camino al hotel. Nos esperaba “Los cronocrímenes”, ingenioso film español de corte fantástico. Como sea que nuestro viejo compañero ya la había visto, compartimos con él unas croquetas en el bar del Auditori a la salida, estando convencida mi amor que habían infinitos Karras Elejalde en la peli a causa de sus contínuos viajes en el tiempo (nosotros, frikis ya talluditos y supongo más crédulos, estábamos convencidos que sólo eran tres). De hecho, se lo podíamos haber preguntado al mismo Elejalde, que estaba a nuestro lado –en el día de su cumpleaños- degustando cerveza tras cerveza.
Momentos después, el mismísimo Rutger Hauer me negaba un posado para una foto replicante.
Por la noche, mi amor y yo cenamos muy bien en un bonito bar, entre la Iglesia y el Hotel. Paseamos y nos fuimos a dormir, que el sábado teníamos una agenda muy cargada (entre otras cosas, nuestro reencuentro con Hauer).
Nos lo pasamos muy bien.
Recuerdo cada momento de esa jornada.
Sólo 8 días después supe que no volvería a ver a mi madre. Exactamente 20 días después supimos que Olivia venía con nosotros.

Crónica de un nacimiento: La precuela – segunda parte

Mi madre era todo un carácter. Una mujer adelantada a su tiempo. Intuitiva, inteligente, moderna y observadora porque sabía adaptarse y estar a la última. Bueno, a algunas cosas no se adaptaba porque también era hija de su tiempo –ese condicionante pocos podemos superarlo-.
Nació en un pequeño –muy pequeño- pueblo castellano del que renegó siempre, harta de que sus gentes señalasen a quien fuera distinto a la masa uniforme o a quien tuviera alguna tara física, como fue su caso. Ese hecho, las burlas y lo difícil que para ella resultó ser la casi-pequeña de una familia numerosa, marcarían para siempre su carácter.
Trabajó mucho toda su vida. Dejó los estudios pronto por ello. Cuidó especialmente de su madre y su hermana pequeña. Porque los papeles antes se repartían dando muy poco valor a los méritos de cada uno. Y a mi madre no le tocó el más grato.
Mi madre, pues, entendió su vida como una lucha constante. Defendió a los suyos con uñas y dientes. Y dividía rápidamente a los demás en amigos y enemigos. Podías pasar de un estado a otro con suma facilidad.
Era mujer de muy pocos matices, pues. Pero en su simplicidad radicaba su fuerza. Cuando se proponía algo, no cesaba hasta conseguirlo.
Si a algo sentía devoción era a su familia más próxima. Sus hijos tenían que conseguir todo lo que ella no pudo. Empezando, claro, por la educación.
También quería para ellos un hogar. También una mujer de las que ya no existen –o están a punto de extinguirse-. Una mujer moderna educada en los valores clásicos, como ella misma.
A mi madre le caía bien el amor de mi vida. Y a mi madre, por si no ha quedado claro ya, no todo el mundo le caía bien. El amor de mi vida sabía cómo tratarla (tampoco era perfecta-perfecta para ella, no lo eran ni sus hijos). Lo supo mucho antes que yo, enfrascado en batallas interminables con ella desde tiempos inmemoriales. Adolescentes rebeldes, recuerden, enfrentados a todo tipo de autoridad. ¡Cuánto daría ahora por inculcar algo de serenidad y paciencia a aquél joven rocker!.
Cuando la conocías y sabías tratarla, mi madre se convertía en tu mejor aliada.
Ella siempre quiso una hija. Y si tenía que fardar de nieto, su gran disgusto hubiera sido que fuera un varón, como su familia más próxima.
Yo entiendo a Olivia como un triunfo póstumo de mi madre. Al fin y al cabo, nunca cesaba de luchar por lo que quería.

Crónica de un nacimiento: La precuela – primera parte

Cuando fui joven y rebelde-buscando-causas me dejé fascinar por la estética rocker. Era un fan de Elvis y de todas aquellas pelis juveniles ambientadas en los campus universitarios americanos de los 50. Canciones inocentes e ingenuas basadas en tres acordes inundaban mis sueños adolescentes.
Evidentemente, el estreno de “Grease” me cautivó. Coleccioné el álbum de cromos. Compré la fotonovela del film. Su banda sonora en dos cassetes comprados en El Corte Inglés (que un día vendió cassettes, sí). Memoricé la película en una época en la que aún no conocíamos el vídeo. Se la conté a mi primo cuando mi padre (que no entró) me acompañó el fin de semana del estreno al cine Paladium de mi barrio (qué triste es buscar referencias en el Google del cine al que has asistido a casi todas las sesiones míticas de tu infancia y no encontrarlas).
Y un día, en el típico festival de fin de curso, pude interpretar al mítico Danny Zuko en una versión muy sui-generis del musical. Enfrente, la chica más explosiva (si el término “Explosiva” tenía significado entonces, en aquellos maravillosos años) interpretaba a Olivia Newton-John, a Sandy. Ese festival fue mítico. Básicamente porque me rompí el brazo izquierdo en el número final, al apoyarlo en el suelo bruscamente. Quizá allí acabó mi carrera de rocker bailarín y quizá también allí podrían haberme apodado “Don Cristal”. Pero eso, claro, querría decir que sería un visionario.
El caso es que, en aquellos años de chupas de cuero y cazadoras universitarias rojas, no sabía que una Olivia cambiaría muchos años después mi vida.
Y para entonces yo ya había leído los mejores años de Popeye. Y había inmortalizado (en este mismo blog hay constancia) a la Havilland y su despedida de Flynn en “Murieron con las botas puestas”. Y todavía no era el shakesperiano feroz que hoy soy. No había leído aún “Noche de reyes” (ni sabía de la existencia de su protagonista).
Son los 80 y bailo Greased’ligthin creyéndome un pájaro de trueno.
Dos décadas después el amor de mi vida recordaría una antigua compañera suya llamada Olivia.
Hoy una ecografía de mi hija resbala de mis dedos y creo ver una nariz puntiaguda.
El círculo se cierra. El tiempo no es lineal para el Dr. Manhattan. Para mí tampoco.

jueves, septiembre 20, 2007

El Terrible Secreto por fín se estrena

Mi amigo Xavi Cristóbal por fin ha terminado la postproducción de su primer corto: “El Secreto 1936”.
Un corto que ejerce de presentación de todo un universo fictício, complejo y fascinante. Un corto que pretende, pues, ser una entradilla -cerrada y perfectamente comprensible- a un sinfín de posibles historias centradas en unos personajes que sólo se atisban en estos ¡26! minutos que se te hacen muy cortos (je).
Un universo que entronca con lo mejor que ha engendrado nunca la DC o la Marvel. Un universo que bebe también de Phillip Dick, de Matrix y de todas las historias ambientadas en mundos paralelos. Sí, esos mundos que parecen ser el que estamos acostumbrados y que divergen al haber sucedido unos hechos de forma distinta a la que conocemos. En el “Universo 1936” viven entre nosotros unos seres de increíble poder. Es el gran secreto que guardan celosamente algunos poderosos. Muchos han muerto por saberlo o intentar averiguarlo. En una espiral inevitable, asesinos han matado a asesinos para tapar toda fuga de información.
Como en “Watchmen” (y es que la sombra de Moore es alargada) en este corto pululan Veidts ególatras, Rorscharhs redimidos y Silks Spectres seductoras. Como en “Watchmen”, un asesinato nos conducirá a un gran secreto. Un secreto enmarañado entre conspiraciones y medias verdades, entre historias personales que se adivinan llenas de dolor y, claro, entre todas las mentiras todavía hay una esperanza de felicidad. Pero una vez descubierta la verdad ¿hay espacio para el amor en un mundo tan corrupto?.
Todo eso y más se encuentra en “El secreto 1936”. Un corto increíblemente bien montado, bien producido, excelentemente fotografiado. Que te deja con ganas de conocer más de estos personajes que aquí sólo aparecen fugazmente, entre sombras en blanco y negro. Con giros argumentales arriesgados, clásicos y a la vez llenos de riesgo narrativo. Una historia como las de antes pero contada para el público de hoy.
Y hay colaboraciones de lujo. Una Lorena Berdún que se revela como una eficaz ¿villana? (en este corto los héroes y los malvados se cruzan y se confunden). Un Roger Juliá, presencia cada vez más habitual en la televisión estadounidense, firma la música.
El próximo Jueves 27 de Septiembre se estrena en el Fnac de Diagonal Mar a las 19.00 horas.
Estoy convencido que aquél que pueda asistir descubrirá a un soñador incansable y con talento. Se llama Xavi Cristóbal (
http://1936visiones.blogspot.com/) y tengo la suerte de llamarle amigo.
Qué suerte tengo de rodearme de gente talentosa. Y buena. Xavi, además, es una excelente persona. Si lees esto y acudes a la cita, podrás conocerle. Y, quizá, preguntarle cuál es ese terrible secreto que protegen tan celosamente unos asesinos sacados de "Shield".


miércoles, septiembre 12, 2007

La edad de la inocencia

Ahora me siento atrapado. La presa fácil de unos comensales que me vigilan y observan. Ahora sé que formo parte de una jungla con sus propias reglas: vigila no sea que te coman. Muerde antes de ser mordido.
Demasiado sensible para vivir entre víboras. Demasiado débil para convertirse en león. Tarde para tejer redes en busca de comida.
Rodeado de comensales ávidos de presas fáciles. Reaccionando a golpes de ímpetu, luchando por conservar a salvo tu refugio contra el mundanal ruido.
Malvados que buscan condicionar tu vida. Probándote, intimidándote, retándote. Pobres infelices que sólo conocen la arrogancia y el egoísmo.
Menos mal que a mi lado tengo a mi particular condesa Olesska. Preciosa, fuerte. Su amor y entrega me mantienen en pie.
Un día la encontré en un concierto, quizá de ópera, quizá de algún afamado cantatutor. Me la presentaron y quedé prendado. Le aguanté su abrigo. Hablé con ella y nos despedimos hasta un próximo encuentro. Al bajarme en mi parada del metro, me juré que si se volvía para saludarme de nuevo por última vez podría enamorarme de ella perdidamente.
Antes de que se fuera el metro. Un simple saludo. Un amor eterno. Una nueva mirada y se crearía una nueva realidad, llena de esperanza. Nunca más sólo. A mi lado la mujer de mis muchos sueños.
A veces tu destino depende de una promesa. De un simple giro.
Hoy me resulta imposible pensar que no me volviera a saludar. Sin ella quedarían trocitos, jirones de mí. No estaría enamorado porque no estaría a su lado. No viviría porque, en el fondo de mis trocitos, sabría que una versión alternativa de mí, en un mundo paralelo, vive a su lado.
Mundos paralelos que se deciden en un saludo.
Hoy me siento atrapado. Rodeado de fieras, atrapado en sus brazos.
Dulces brazos que me acarician cuando menos me lo espero....

martes, septiembre 04, 2007

El cumpleaños de mi amigo

¿Qué te une a un amigo?. Las vivencias pasadas, claro. Un amigo fiel te sirve de bitácora de tu vida, de blog humano donde vas escribiendo tus desventuras. Por eso lo cuidas, lo quieres, lo acaricias como a ese diario al que le desvelas los secretos más íntimos.
Unen las aficiones comunes. Un interés por un concepto de arte, de estética, de juego, de contraseñas afines.
Une el respeto, la comodidad al encontrarse el uno con el otro. El pensar en que de cualquier cosa disfrutarías más si él estuviera a tu lado. El querer compartir con él las bellos momentos. La sensación, en definitiva, que a su lado todo es mejor. Y si no mejor, más intenso.
Es el cumpleaños de mi amigo. Y si he de poner una imagen suya, no se me ocurre ninguna mejor que una en que sostenga una cámara.
Porque mi amigo es un genio de la imagen. Y de la psique humana. Es empático y respetuoso. Y tiene sentido del humor. Cuatro cosas que le hacen ser todo un artista.
Mi amigo, pues, es un cineasta. Porque sabe y quiere decir cosas sobre las personas. Y tiene un don para encuadrarlas. Para buscar la composición perfecta para los sentimientos.
Mi amigo es un lince para eso de los sentimientos. Cuando le conocí me pareció un hombre de western. De pocas palabras y mucha acción. Me ayudó, incondicionalmente, sin casi conocerme. Me gusta pensar porque vió algo de similitud en mí.
Le he visto evolucionar, conseguir cosas. Trabajar. Escribir. Filmar... Enamorarse. Y enamorarse de una manera sincera, tierna, nada efusiva y sí tremendamente contagiosa. Como es él. Un hombre de una pieza.
Un vaquero moderno, errático y romántico. Porque sigue creyendo en su amor, sus amigos y su família. Eso le convierte también en un hombre de honor.
Como últimamente ha tenido, por desgracia, que vivir también mis malos momentos, desde aquí mi confesión de admiración por él. Sí, ya sé que lo sabrá. Pero como viejos vaqueros crepusculares poco dados a los halagos verbales, me gustará que lo lea y calle.
Tengo un amigo que es un tesoro.

viernes, mayo 12, 2006

La belleza está en el interior

Últimamente se ha puesto de moda (todo es una moda, sí) desacreditar a los clásicos, “porque me son muy lejanos”.
Un clásico no necesita defensa, claro. En todo caso, podríamos discutir acerca de qué convierte a una obra en “clásica”.
Un clásico ha de ser vigente, por supuesto. Para ello hemos de reconocernos en sus propuestas. “El apartamento”, obra cumbre de Wilder, no muestra en sus escenas cómo se trabaja en una multinacional hoy en día. No hay móviles ni ordenadores. Y sin embargo la interacción entre jefecillos y empleados es perfectamente reconocible. Los roles no han cambiado en cincuenta años. Y las motivaciones del ser humano tampoco. En todas las empresas continúan existiendo Jack Lemmons y Fred McMurrays. “El apartamento”, pues, envejecerá siempre mucho mejor que “Camera Café”, por poner un ejemplo. No necesitará liftings ni coloreados.
Un clásico ha de aguantar múltiples revisitaciones. “Chica de Ayer”, la canción de Vega, es un clásico. Y se han hecho múltiples versiones de ella. Dicen que cada generación necesita una nueva versión de lo imperecedero. Pues bien, incluso, la ¿versión? de Enrique Iglesias era digna. Porque ni el peor intérprete puede ocultar la fuerza de la canción. Ni la nuevos arreglos podían ahogar del todo esa letra sincera e inmortal. Puede que hoy en día ya pocos recuerden “el Penta” al que hace referencia Antonio. Pero la coyuntura de los ochenta no oculta los sentimientos (esos son los que sobreviven y embellecen los recuerdos, sí).
Un clásico ha de jugar con una narrativa limpia, sin estridencias, diáfana. A mí me encanta la novela de Kesey “Alguien voló sobre el nido del cuco”. Una obra de su tiempo, que juega con experimentaciones estilísticas propias de la “revolución beatnik”. Una obra que juega constantemente con las alucinaciones sufridas por el narrador de la misma, que alterna disgresiones psicodélicas con ensoñaciones alucinógenas. Pero la fuerza de la trama está ahí, porque siempre el individuo ha luchado con el sistema asfixiante. Siempre hemos buscado la libertad. Y quien lea de nuevo la obra, si tiene que explicársela a alguien, utilizará ese planteamiento, nudo y desenlace tan denostados a veces como necesarios para la supervivencia de la propuesta. La forma era adecuada para finales de los 60. En aquél entonces era una obra “moderna y arriesgada”. Hoy es una obra sólida por su trama. Reeleerla supone contextualizarla y disfrutarla sabiendo que las rebeliones de entonces son las aceptaciones sumisas de hoy. El tiempo, pues, ha jugado en contra de nosotros los ciudadanos y a favor de las subversiones de la obra.
¿Es “Ciudadano Kane” un clásico? ¡Por supuesto! ¡Qué fácil es decir hoy “a mí no me gusta” e ignorar que fue el paradigma de la innovación!. Kane es la primera película que juega conscientemente con todas las posibilidades del lenguaje cinematográfico. Con arrogancia, claro. La arrogancia de quien se sabe el primero. Todos beben de Welles, los directores que hoy nos gustan y los guionistas que hoy admiramos. Así de injusta es nuestra sociedad: se enriquecen los piratas del Windows mientras se olvidan los inventores del Ms-Dos. Unos se aprovechan de los logros de otros y se saben vender mejor.
Pero hoy veo “Kane” y veo el mejor retrato que nadie podría hacer del ínclito Julián Muñoz o del defenestrado Berlusconi. Eso, amigos, es un clásico. Tan avanzado a su tiempo que sigue pareciendo prepotente a los que no tenemos el talento de Orson.
Cuando decimos “la forma se ha quedado anticuada” es una manera pedante de decir “tengo pereza de acercarme a esto porque no se me da en cómodas píldoras que me eviten pensar demasiado”.
La mayoría de subproductos que hoy consumimos perecerán… ¡en unos años!. Porque detrás de una producción impecable y sonido envolvente, detrás de ese “lenguaje actual, de la calle”, detrás de historias que intentan ser cotidianas porque el Fnac al que acude el protagonista es idéntico al que acudimos nosotros hoy no hay nada a lo que agarrarse. “Tapas” es hoy lo que “La estanquera de Vallecas” hace veinte. Si hoy Bowie, Duran Duran, pueden cantar en sus conciertos viejas canciones es porque no tenemos que volver a ver sus pintas de entonces, a riesgo de reirnos en su cara.
Lo que importa es el contenido, no el continente. El interior, que diría la Bestia.
Eso es un clásico, pues. El interior que amamos cuando las arrugas gobiernan su rostro. Porque el tiempo no borra lo que hizo que nos enamoremos de ellos.
Y quien se enamore de un rostro, que no se preocupe. El que sea incapaz de leer o escuchar un hermoso verso de Shakespeare por pereza (ya no por falta de práctica: comprendo que quien no lea nunca la tenga), que no se preocupe. Están condenados a cambiar de pareja contínuamente, buscando el frescor momentáneo que da la juventud.
A los demás siempre nos quedará “Hamlet”. Porque sabemos que siempre será joven.

jueves, abril 27, 2006

Sobre futbolistas y héroes

El 1% de la población española controla el 20% de la riqueza total del país. Según la edición de “La Vanguardia” del domingo 23 Abril, ese 1% lo componen algunos empresarios, promotores inmobiliarios, banqueros… y los futbolistas de élite.
Cuando ayer millares de aficionados culés celebraban hasta altas horas de la noche el triunfo de su Barça pensaba en mi anterior post y en las pasiones de cada uno.
Pensaba en que un compañero de trabajo puede acudir hoy con una bufanda del club al que adora y es recibido con simpatía y felicitaciones mútuas. Pensaba que yo, en cambio, tendría que explicar ante el 99% de contemporáneos mi pasión por las figuritas limitadas.
Y lo tengo muy claro: entre el desprecio y prepotencia con que el multimillonario Etoo (que encima es tratado en algunos medios de solidario y ¡ejemplo!) trata a sus compañeros y aficionados y el Brian Bolland que en Gijón pasea tranquilamente por sus calles sin ser reconocido por nadie y acaba invitándote a un café, yo me quedo con el dibujante Bolland.
A mí, al menos, me ha hecho más feliz narrándome intensas historias. Y no me hace sentir tonto como casi todos esos futbolistas de los que nos hacen devorar notícias y ¡pobrecitos! los medios acaban reclamando a los clubs que les den vacaciones y descanso para que no se agoten. Y me siento tonto cuando la gente se pone en pie a aplaudirles cuando hacen una carrerilla.
Tonto porque no lo entiendo.
No sé si los que no comprenden porqué me apasionan las figuritas se sienten tontos por eso. Sospecho que no.
Yo, a estas alturas, ya no respeto el ¿trabajo? de esos futbolistas o “artistas” que hablan de sus “merecidas” vacaciones y obtienen el multitudinario reconocimiento y admiración. Los medios nos venden esas personas como referentes. Y así como despreciamos a todos los banqueros (que se aprovechan del trabajo de los demás), intentan hacer que admiremos a esos futbolistas que sólo piensan en lucrarse más trabajando menos.
Y el pobre aficionado creyendo que son sus modernos dioses.
Yo seguiré creyendo que me merece más respeto Bolland. Hace su trabajo y le pagan por ello. Y yo le admiro por darme sueños. Seguro que se los cree más que los otros “artistas”.
(en la foto, el Batman diseñado por Bolland y otro regalo de mi amor por mi cumple. Seguro que al escultor no le han aplaudido de pie cientos de miles de entregados adeptos al acabar su obra)

martes, abril 25, 2006

Un regalo inesperado

Un regalo es alguna cosa, material o no, que se saborea mucho más cuando es inesperado y su valor aumenta en proporción al valor que le des a la persona que te lo da. Cuanto más quieras a la persona, más ilusión te hará. Y si es un regalo largamente deseado y anhelado, todavía más.
También hay personas que te dan regalos que crees no merecerlos. Es decir, si existe una relación de gran amistad/amor/vínculos familiares con la persona que te regala, sabes que eso es debido al lugar que ocupas en su corazón. Cuando el obsequio proviene de personas que no tienes tanta ligazón –aparentemente- la sorpresa es mayor: comprendes que sí que ocupas un pequeño rincón en su estima.
Existen personas generosas que disfrutan regalando porque saben que es una muestra de entrega. Existen personas más parcas en detalles que cuando lo hacen sabes que es de corazón. Como Bogart: cuando decía, escuetamente, “Te quiero”, sabías que era una verdad irrefutable.
Y regalos hay de muchas clases. Tantas como personas, que diría Serrat.
Para mí un regalo puede ser una pizza americana que hacía mucho tiempo no veía. Una llamada dulce en un momento tenso. Un correo que sabes fue escrito en un momento de mucho trabajo. Un libro de poemas que te de un amigo.
Para mí un regalo es que una amiga mejore de una enfermedad inesperada. Desde aquí, besos a nuestra particular interiorista de corazones y casas. La propia cama sabe a gloria cuando has estado internado en un hospital. Que sepas que nuestro particular Dios Friki también vela por tí.
Yo, el día de Sant Jordi, también recibí un regalo inesperado. En el día del libro, aparte de un comic, habrá que añadir que también recordéis regalar figuritas.
Desde el domingo, en mi comedor descansa el gran Spike, vampiro redimido, rebelde domado, alma de poeta. Y es que había que dejarle sitio en nuestro hogar. Porque ahí recibimos a todos los que aman desesperadamente, a todos aquellos que antepongan su bienestar al de la persona amada. Porque de ellos es el reino de los frikis, los triunfadores de una sociedad que ve el regalo como una obligación y no como un acto de entrega.

sábado, abril 22, 2006

En el día del libro, un tebeo

... Me adhiero a la campaña de algunos blogs y demás voluntariosos. En el día del libro, en el día en que Sant Jordi mata a un dragón y Shapeskeare se da la mano con Cervantes, en el día en que muchas personas que no leen se ven impulsadas a curiosear novedades editoriales y algún que otro clásico reeditado con portadas de películas basadas en ellos, en ese día, no dudes en comparar un buen libro con un buen comic. No dudes en regalar un comic si intuyes que a tu pareja le puede interesar.
En tiempos en que la lectura de un diario ya es considerado un ejercicio intelectual, en tiempos en que se publican demasiados libros que son llamados así cuando son banalidades masturbatorias sin ningún interés, en tiempos en que universitarios creen a pies puntillas las tesis de códigos davincis porque no tienen ninguna otra base con qué comparar, en estos tiempos -decía- si quieres descubrir a tu novio/a (curioso: aquí la igualdad también ha llegado, e igual regalan libros hombres y mujeres, no sé si las rosas también) un mundo de fantasía en que todavía el lector haga un esfuerzo para comprender la historia que le proponen, regala un comic. Un buen comic. Hay muchos. Y, afortunadamente, de todos los estilos y para casi todos los públicos.
España no está -ni estará- al nivel de Francia, donde los comics compiten de igual a igual con los libros tradicionales. De hecho, todos sabemos que la industria del comic española tiene mucho de endogámica y elitista. Que no hay educación al respecto y que somos pocos los que, superada una edad, seguimos leyendo tebeos sin complejos.
Pero, creedme, quien quede deslumbrado por la fantasía de esa combinación de texto e ilustraciones narrativas también a una cierta edad, es muy probable que repita. Es muy probable que quede enganchado, lentamente, a un mundo donde la única limitación es la imaginación. Y lo sé porque mis personas más queridas los leen.
Si mañana regaláis "Maus" o "El almanaque de mi padre", sabed que el destinatario, si nunca ha leído comics o los identifica con los que leyó en su infancia, quedará gratamente sorprendido. Y todavía siguen siendo más digeribles que "En busca del tiempo perdido".
Y de "Barrio lejano" al "Born Again" hay un paso muy pequeño. El que dinamita los prejuicios (yo sigo intentando que todas las personas a las que aprecio lean "Watchmen": pero es por su bien, sí, lo sé).
Yo, posiblemente, tenga la suerte de que mañana tenga en mis manos un comic regalado por mi amor. Espero que todos tengáis esa dicha. Y luego, hablad de ello.

viernes, abril 07, 2006

"V" de Vergüenza

Abril 2006. Londres. Residencia Wachowsky.
Los hermanos Wachowsky, arrodillados, suplican por su vida ante V, solemne, desafiante. Saben que tras su máscara se esconde el rostro del último mago, Alan Moore. Saben que bajo la máscara se esconde una idea: la de la dignidad, la del honor perdido… la del talento. La máscara está indignada. V lleva en una mano una rosa y en la otra su puñal. Larry Wachowsky, del que ya no se sabe si es hombre o mujer, sino mutante diabólico, habla:
- “No, por favor. Perdónanos la vida…¡no nos mates!”
- “Bonjour, mes amis. ¿Sabéis que estáis condenados, verdad ?
- “Hicimos lo que querías: ¡borramos tu nombre de los créditos! ¿qué mas quieres de nosotros?”
- “Ah, mon cherie… desearía que no rodaseis cine. Que no engañárais a los adolescentes palomiteros descerebrados a los que se dirige ahora el moderno Hollywood… Ah, mon cherie, desearía que no hubiérais proporcionado a esos adolescentes consentidos que se creen anti-sistema otra excusa para la violencia cuando algo no les guste o fruste. Desearía que tuviérais una idea propia que destrozar, que desvirtuar, que fagocitar.
- “Pero, pero –lloriquea Andy- Alan, nosotros somos la imagen de la modernidad: dar gato por liebre, envolver la nada con una excusa pretenciosa de trascendencia! ¡Si nos aniquilas a nosotros aniquilas a tu tiempo”
- “Ah, mi tiempo… - la voz de Moore tras la máscara es atronadora ahora- … mi tiempo ha muerto ya. Yo escribí una obra ambigua, donde todos los personajes eran villanos, donde todos obraban de igual forma para conseguir sus fines. Matando, torturando, utilizando a los demás… Era mi condena a toda forma de violencia, a toda forma de autoritarismo. Era un grito a la libertad individual, al libre pensamiento. (suspira) Lo que vosotros habéis hecho es un lifting ideológico para los que aman el botellón como arma de protesta. Habéis convertido el sueño en la peor pesadilla.”
V deja caer su rosa. Se da media vuelta y se encamina a una enorme ventana. Larry, el mutante, grita:
- “¡V!. Nos perdonas la vida! Gracias! No volveremos a saquear ni plagiar ningún comic! ¡No nos volverás a ver! ¡Dejaremos en paz el cine!”
V, ya sobre el alfeizar: “No, no volveréis a saquear nada. Hace diez minutos que os maté, mientras dormíais. Adios, hermanitos. ¡Nos vemos en el infierno!”
Sin saber qué hacer en los pocos minutos que les quedan, los hermanos se miran y sollozan.
En ese mismo momento, y aprovechando la falta de vigilancia, un adolescente drogado se baja de la bici con que ha atropellado ya ¡en la acera! a dos viejecitas y escribe con un spray una gran “V” en la pared de la enorme mansión de los Wachowsky. Satisfecho de su lucha antisistema, se marcha corriendo. Ha de comprarse nueva ropa, bajarse de Internet las últimas canciones de Coldplay, sacar a pasear a su perro-ladrador-jode-vecinos y romper botellas en la calle que ahora es suya. Pero ahora tiene otra excusa cuando le recriminen su actitus ¡su ídolo es “V”, ese puto héroe que ha visto en la pantalla, mientras reía a mandíbula viviente- jodiendo a los compañeros de butaca-¡ ¡ese puto héroe que mata a los fascistas!.
El verdadero “V”, subido a un árbol, le ve alejarse. Él también tiene mucho trabajo. Queda mucho progre estúpido que matar.

martes, abril 04, 2006

Lenders, Warner y el ojo del tigre

En el año 91 me entró la fiebre de la visera y el chándal. Emitían por primera vez “Campeones” (Capitán Tsubasa en original, “Oliver y Benji” en subtítulos) y descubrí un mundo donde los futbolistas eran lo más parecido a una adaptación de superhéroes que yo había visto hasta entonces.
Supongo que ahí estaba la clave: todas esas exhibiciones gimnásticas imposibles en torno al balón -mientras intercambiaban diálogos retándose- era la perfecta traslación de los tebeos Marvel a la animación. Lo que a otros les espantaba a mí me fascinaba.
Siempre me ha aburrido ver un partido de fútbol. El espectáculo es mínimo, la épica escasa. Por eso mi interés por él fue disminuyendo a medida que esos héroes modernos, esos gladiadores cono Hierro, como Santillana, fueron desapareciendo.
Por eso descubrir que de un partido de fútbol podía extraerse batallas sin treguas, esfuerzos sobrehumanos fue balsámico…¡y sin hablar de fichajes multimillonarios y corruptelas varias! (fíjense que sus protagonistas son juveniles… y el único jugador adulto, Roberto, es un alcoholizado atormentado: parecen tener muy claro que había que apostar por suspender la credulidad).
Oliver Atom era un moderno Clark Kent que, él solito, conseguía hacer buenos a todos sus compañeros (¿como Maradona, siempre en equipos flojillos?). De hecho, en la segunda temporada, le despojan de sus compañeros Price y Becker para así hacer las contiendas más equilibradas… Risueño, optimista y tenaz era el héroe perfecto.
Benjamín Price era el contrapunto altivo. El portero que jugaba lesionado para justificar que le marcaran un gol de vez en cuando. Un tanto repelente, parecía basarse en N’Knono, ya que nunca le veríamos sus preciosas piernas.
Tom Becker era el otro lado del tridente fabuloso. Un derroche de virtudes. Tantas bondades destilaba que tuvieron que exiliarle pronto.
En el equipo del New team el resto de jugadores eran comparsas más o menos cómicos que tocaban balón de cuando en cuando para recordarnos que el fútbol es un deporte de equipo.
Sí, ya sé que algunos me dirán “la animación es pobre”, “el campo medía 110 kilómetros y los partidos se alargaban durante veinte episodios”… Ah, pero olvidan que ahí estaba precisamente el mérito: ¡con cuatro dibujos los directores hacían un capítulo trepidante!. ¿Cómo? Con una muy hábil utilización de la música (esas guitarras setenteras a toda pastilla!), las voces en off (ese invisible narrador) y un extraordinario uso del montaje.
Todo era legendario: empezar perdiendo, jugar lesionados, las tácticas sacadas de manuales militares para frenar a Atom (venga, que alguien iguale la Catapulta Infernal de los Derrick..). Y siempre el héroe al final en su camino a la gloria. Sí, alentaba la competitividad, sí, establecía una clara dicotomía buenos-malos, sí, no era políticamente correcta para que la vieran niños. ¡Pero es que creo que si hubiera sido un niño cuando la ví no me hubiera enganchado así!.¡Organizaba partidos de fútbol con mis amigos sólo para jugar de portero y subir a rematar constantemente! (para desespero de mis compañeros, claro). Ay, veo a Casillas hacer eso y me sigo emocionando…
Aunque había un elemento que entonces me pasaba desapercibido y ahora comprendo perfectamente: “Campeones” era un documento sobre la lucha de clases. El enemigo a batir, el Muppet, era el equipo de barrio (el de Atom se asentaba en un bonito barrio residencial: ¡Benji vivía en un palacio, por Dios!). Un equipo de hijos de pescadores, de gente humilde que sacrificaba muchas cosas para jugar al fútbol. Que querían triunfar para sacar a sus famílias de la miseria. Liderados por el rebelde Marc Lenders, el hombre de la camiseta arremangada, el Muppet contaba con todas mis simpatías. De hecho, ni siquiera dominaban la técnica (clara alegoría de que los medios de producción eran de los ricos): Lenders y los suyos funcionaban a base de coraje y empuje. Chavales de pelo largo, flequillos que les hacían imposible ver el campo, espigados como buenos heavies… y que contaban con el más carismático portero de la historia, Ed Warner, el karateca que odiaba estar bajo los palos de su portería.
Transformar a este equipo proletariado en los “malos” hacía que la chiquillería odiara a Atom y compañía, por representar a los pijos pulidos y que van al cole en el coche de papá.
Por eso “Campeones” ha hecho muucho bien por la conciencia de lucha colectiva. Yo soy fan de Lenders y Warner, los Brando del fútbol. Pensar que aún hay quien idolatra a los Beckham y Guti, a los Valdés y Torres de turno teniendo a los chicos de pelo largo enfrente os ha de hacer sospechar de qué palo van estos groupies de lo insustancial.
Los chicos pobres saben que la vida es una batalla. Golean con el tiro del tigre y se apoyan en los palos del poste para tomar impulso a la hora de bloquear el balón. Lenders es, pues, el ídolo de los suburbios. El heredero de aquél Balboa que entrenaba a los sones de Survivor.

viernes, marzo 24, 2006

Las diez películas de mi amor

Si queréis saber si ese amor que tenéis al lado es para siempre, si queréis cercioraros que ese amor al que acariciáis es lo más bonito que habéis podido conseguir -y que conseguiréis-, si a veces pensáis que el amor no es eterno... sólo tenéis que hacer una inservible lista a la que somos tan aficionados aquellos que nos jactamos de ser llamados "frikis".
No, no hace falta rellenar un test del "Cosmopolitan".
No, tampoco es necesario acudir a una vidente.
Sólo hace falta que escribáis su lista de aficiones. Sus libros favoritos (si no lee, salid huyendo). Sus canciones predilectas. No sé... serviría hasta los lugares a los que le gusta acudir.
...Y una vez escrita, intentad hallar las similitudes. Los nexos comunes que ligan cada elemento de la lista. Creedme, no falla.
¡Pero no le preguntéis! Probad hacerla vosotros mismos. También es un ejercicio a la inversa. Pensar en lo que le gusta hacer es saber si la conocéis. Es, en definitiva, un ejercicio de interés.
Yo soy cinéfilo, no descubro nada. Las diez películas favoritas de mi amor y una escena de cada una de ellas (si no son todas, sí serán significativas):
1. Antes del amanecer / Antes del Atardecer: Delpy se contornea ante Ethan Hawke a los sones de la Simone. Ethan, inevitablemente, va a perder el vuelo.
2. El viaje de Chihiro: El dragón va perdiendo sus plumas mientras un flashback nos muestra el pasado de la joven protagonista. Chihiro recuerda su nombre.
3. Los puentes de Madison: El gran Clint aparece, sin retoques ni artificios, bajo la lluvia para luchar por su amada. La Streep, como buena Libra, no sabrá decidirse.
4. Cantando bajo la lluvia: Kelly y O'Connor son uno bailando. Gene mueve levemente una cadera y ejecuta un paso sencillo y magistral.
5. El Crepúsculo de los Dioses: La Swanson tiene su última actuación ante las cámaras. Un momento antes, Holden casi recupera su máquina de escribir antes de morir.
6. Ariane: Cooper se emborracha mientras escucha una lista interminable de amantes de la Hepburn. Unos curiosos músicos zíngaros le ayudan a ello.
7. Johnny Guitar: La Crawford baja a consolar a su antiguo amor. Sterling Hayden se nos descubre como un amante de las mentiras.
8. Dolls: Dos amantes tortuosos recorren Japón atados de la cintura por una cuerda roja: Las estaciones se suceden y su destino común también.
9. Avanti!: Los cocineros italianos, realmente, saben cómo tratar a sus clientes. Jack Lemmon regresará de ver a la Família Trotta y su plato, después de varias horas, aún estará caliente.
10. Eva al desnudo: En el camerino de la Davis, Eva nos brinda -sin que sus interlocutores lo sepan aún- su primera gran actuación. Sólo una hábil criada sospecha que no es todo el trigo limpio...
... Después de este perfil cinematográfico... ¿Acaso no os enamoraríais una y mil veces más de ella? Ah... el cine compartido supone también aprender del otro.
Y, para ella, para que lo deguste siempre que quiera, un vídeo. Un momento de felicidad:

Los vampiros no saben bailar

Antes de escribir sobre las dos mejores series de TV que he podido ver jamás, un pequeño aperitivo: Una de esas secuencias que siempre me han hecho reir. En uno de los capítulos de la primera temporada de "Angel", podemos ver a su actor protagonista, David Boreanaz, improvisando un baile (más bien imaginándo cómo sería). El vampiro taciturno, solitario, el alma condenada a purgar eternamente los pecados de dos siglos, se revela como un pésimo bailarín ¿o no?

lunes, marzo 20, 2006

Un domingo, ambulante y gris

Era un domingo por la mañana. El día era gris, de esos que tanto me gustan a mí (no por lo gris, sino por la ausencia de esos haces de luz solar que tanto dañan mis ojos mutantes). A un lado, dos niños que luchaban por estar atentos. Al otro lado, mi amor soltaba alguna lagrimita por lo que estaba viendo.
(me encanta ir con mi amor a ver una peli que sé que me va a gustar y le va a emocionar: en esos momentos en que a los dos nos emociona lo mismo sé que estoy muy cerca de ella)
(sí, ya sé que es un poco tarde para que se emocione con “Watchmen”, pero me temo que eso es un problema de que no nos hubiéramos enamorado hace veinte años ¡malditos viajes en el tiempo!)
(pero no conozco a nadie que cuando llore por una escena emotiva parezca tan sincera y bella: siempre será una niña grande, capaz de deslumbrarse ante cualquier cosa bonita, sea una ciudad, un bebé, una película o una poesía)
Domingo mañana, pues. La pantalla vomita, una tras otra, imágenes turbadoras, imágenes que hablan de magia y magos buscando sus corazones. Abuelitas que son jóvenes, jóvenes que son en realidad ancianas, llamas que cambian según su estado de ánimo, espantapájaros galantes, perritos fieles y niños que se disfrazan de Gandalf.
Tal descarga de talento abruma, cierto. Tanta inteligencia desborda. Tal riqueza de caracterización en todos los personajes, secundarios o no, dispersa. Que al espectador se le suponga inteligente (¡menos mal!) hace que la película esté llena de sutilezas en vez de desnudos argumentales.
Sí, es una peli barroca. ¡Cómo no va a serlo si hay más ideas en metro de película que en series de Tv enteras!.
Pero Miyazachi consiguió que ese domingo gris fuera mágico y bello por algo más de dos horas. No. Seguro que durante mucho más.
Porque si por algo merece la pena vivir, que diría el maestro Allen es por Miyazachi. Por una lágrima de emoción de tu amada, por Viena, por Sinatra… y por “El castillo ambulante”.
Cine=Magia. Si alguien quiere demostrarlo, que se haga con una copia de esta cinta.
La mejor peli del año estrenada en España, sin duda. ¿Quién la va a superar?
(Y Joe Hisaishi es, definitivamente, el más grande compositor de cine de todos los tiempos. Venga, sí, Rota y Hermann le pueden acompañar en el olimpo de los dioses).

jueves, marzo 16, 2006

Sólo vemos de las estrellas sus viejas fotografías

…Cuando mi hermano ande con hijos y me invite una tarde de domingo a comer a su minimalista casa, equipada con la más alta tecnología de pantallas planas y de poco espacio, me gustará saber que seguiremos hablando de “Watchmen”. Y no es que avancemos mucho, ni tan sólo descubrimos giros nuevos en la ya archiconocida trama del más legendario tebeo que existe. Qué va. Pero nos divertimos dando vueltas a su estructurada simetría, a esa perfección relojera, a esa revelación viñeta a viñeta de lo que esconden las máscaras de los personajes mucho antes de que sea explícito….
Hablaremos de sus personajes y seguiremos discutiendo de porqué Rorschach se quita la máscara antes de morir (¿orgullo?, ¿dignidad?, ¿héroe?), de si el Comediante es un fascista o sólo un bufón superado por una trama descomunal, si Veidt es un interesado disfrazado de utópico, si Manhattan es el que –indirectamente- desata la escalada nuclear… Ningún protagonista es plano y todos son ambíguos, de todos podríamos hablar y perfilar sus aristas y sólo podríamos elucubrar sobre sus acciones, tal es la complejidad con la que están retratados.
Watchmen será siempre el tebeo que más he releído. Con el que más he disfrutado. El más cerebral, sin duda. La demostración,perenne e inmortal, que el cómic no tiene nada que envidiar a ningún otro medio. El tebeo que puedes regalar a cualquiera para que se calle ante la evidencia: no existe el “cine para pobres”, sólo buenas y malas historias. Y Watchmen es la mejor. La historia que trascendió a la guerra fría, la historia de un moderno Alejandro Magno bañado de sangre, la historia de una calle, una esquina con un kiosco cualquiera, la de un pirata enloquecido…. Alan Moore consigue que pequeñas apariciones de un escritor de ciencia-ficción hagan que su muerte sea para nosotros emotiva. Y eso sólo se lo he visto hacer (con un astronauta) a Miller en su “Dark Knight”, otra obra de estructura milimetrada.
Momentos de Watchmen para el recuerdo, para que volvamos a hablar de ellos en una comida en… no sé ¿marzo del 2016?.
1. “Es abril de 1952…”. Manhattan en “Relojero” nos demuestra que el tiempo no es lineal, que sólo vislumbramos una pequeña parte de lo que somos –y, sobre todo, de lo que nos ha hecho ser lo que somos- al estar tan limitados en nuestra percepción. Es un Dios para el que no existe secretos. Es Marzo del 2006 y estoy escribiendo en un blog. Mañana caerá una pequeña fotografía de mis manos en esta misma mesa. En marzo del 2004 escribía en un foro sobre Watchmen… La definición del talento la fija Moore en el guión de este capítulo. Quien lo haya leído sabe automáticamente que la obra se transforma en ese momento en algo más que una historia. Y es que Jon sólo quiso ser Relojero… y se acabó transformando en el señor del tiempo.
2. Veidt…cualquier momento de Veidt. Un personaje que podría ser estereotipado, un villano sacado de cualquier saga de Bond y que Moore convierte en un ser digno de compasión. Un hombre equivocado, el nazi perfecto, el moderno Hamlet, el hombre que un día decidió ser inteligente… eso sí, ojalá no fuera de este mundo. Venga, un momento: principio de la obra. Adrian puede hacer que Rorschach se precipite al vacío y no prosiga con su investigación. Pero duda. Le vemos de espaldas, solo, igual que en la última viñeta en que aparecerá. Sólo, de espaldas a un globo del mundo.
3. Todas las apariciones del diario ultraderechista… En el relato de Moore, la libertad de prensa está representada por medios cercanos al fascismo. La auténtica verdad, a su alcance. El fascismo tiene matices, nos dice Moore. Así, Rorschach quizá sea al final el único héroe (recordemos que se humanizará durante la obra hasta que no necesite esa máscara con la que se esconde del horroroso mundo). Por eso el Comediante no ofrecerá resistencia ante su muerte. El hombre, Veidt, que -en una entrevista en los textos adjuntos- se define “progresista” será, en definitiva, el hombre que controlará el nuevo y utópico mundo (controlará medios, empresas, porno, pañales, perfumes…”sólo yo y el mundo”).